Entrevista a María Encarnación Carrillo: En un claro del bosque, un dodo

Entrevista realizada por AMANDA ZAMORA DEL BAÑO
En el claro de un bosque, un dodo (Loto Azul, 2024) nos muestra de la forma más natural las etapas de la vida y la relación que mantenemos con ellas. Encontramos una especial sensibilidad con la infancia, quizás por los estudios de María Encarnación Carrillo en Magisterio y su gran experiencia como profesora e investigadora en la Universidad de Murcia. Su poemario es ligero, pero cada palabra pesa en la conciencia y promueve un viaje introspectivo hacia nuestro pasado; una lectura para todas las edades, que permite conectar y entender a las generaciones que coexisten a día de hoy.
—MARÍA ENCARNACIÓN CARRILLO: Es una opción para considerar al inicio de un poemario. Se puede empezar de varias maneras: con un prólogo escrito por otra persona, con citas de otros autores, con palabras del autor de la obra, o todo a la vez, por ejemplo. Hay muchas posibilidades, en estos momentos estoy leyendo a Sor Juana Inés de la Cruz y sus Romances empiezan con un ‘Prólogo al lector de la misma autora’ muy divertido.
En concreto, este poemario comienza con extractos de la obra Claros del bosque de María Zambrano sobre la naturaleza del pensamiento poético en una página y sigue, en otra página, con un párrafo corto de dos líneas en el que reflejo que en mis cuadernos (soy escritora de diario desde hace años) los claros del bosque empezaron a manifestarse en forma de pensamiento poético y finalmente en forma de poemas; un proceso creativo que se ha dado en mí y que ha sido muy importante a nivel personal y quería reflejarlo.
—ECP: ¿Por qué decidiste escribir sobre la infancia y el paso del tiempo?
—MEC: Mis padres se trasladaron a Barcelona por motivos laborales; yo nací en Barcelona y viví en Polinyà hasta los nueve años, que fue cuando mis padres volvieron a Murcia, su tierra natal. Durante los años siguientes seguí manteniendo contacto con mi mejor amiga de allí por carta, hasta la época del instituto más o menos, y después perdimos el contacto. En 2014 nos volvimos a reencontrar por redes sociales primero y luego físicamente en Barcelona.
Ese encuentro fue muy emotivo para mí, aparte de recordar cosas que habíamos vivido juntas, ella me hizo uno de los mejores regalos que me han hecho nunca, en concreto, me trajo fotocopiadas todas las cartas que le envié.
Leer estas cartas fue para mí como hacer un viaje en el tiempo, y fueron una manera muy poderosa de volver a conectar con la niña que fui.
—ECP: ¿Qué efecto ha tenido en ti recordar esas etapas de la vida?
—MEC: La lectura de esas cartas ha sido un acto catalizador de esa memoria emocional que ya casi había olvidado, y los poemas empezaron a salir de mi pluma (me encanta escribir mis diarios con pluma) como si hubiesen estado atascados mucho tiempo, y escribí y escribí hasta que concluí este poemario.
Ha sido una gran catarsis emocional que me ha dado la oportunidad de conocerme mejor, y de darme cuenta de que mi infancia terminó, de algún modo, aquel verano de 1979 cuando nos trasladamos a Alcantarilla.
—ECP: ¿Qué influencia ha tenido María Zambrano tanto en lo personal como en lo profesional?
—MEC: Mucha. Cuando pensé que había terminado el poemario y, sobre todo, al organizar los poemas me di cuenta de que la infancia estaba muy presente y que la imagen del bosque aparecía en varios de los poemas, y quise indagar más en los significados del bosque y su conexión con la infancia, tal y como lo trata Ana María Matute en su discurso de entrada a la Real Academia de la Lengua titulado En el bosque, y en esa búsqueda de información se cruzó la obra de María Zambrano Claros del bosque.
La lectura de esta última obra fue un complemento para el poemario que yo pensaba concluido; leer Claros del bosque de Zambrano me llevó a una autorreflexión sobre mi propio proceso creativo al escribir los poemas de la primera parte, y empecé a dialogar en verso con ella y surgieron los poemas que configuran la segunda parte.
Por ello, la primera parte se titula “El bosque (Albor, nubilidad, fructificación)” y la segunda parte “El claro (Diálogos con María Zambrano)”.—ECP: Es muy interesante cómo has recurrido a las palabras «albor», «nubilidad» y «fructificación» para expresar la niñez, la adolescencia y la adultez. ¿Cómo surgió esta idea?
—MEC: Cuando organicé los poemas de la primera parte del poemario, lo titulé “El bosque” en un principio, y ordené los poemas en tres partes que atendían a los tres periodos de mi vida relacionados con la niñez, la adolescencia-juventud y adultez, y quise poner un subtítulo relacionado con ello que definiera los poemas que se encontraban en este bosque del que hablo, y que es el espacio simbólico donde se da la vida que describo en estos poemas. Pero necesitaba otras palabras que ahondaran de forma más lírica en estos tres periodos, y busqué otras representaciones de esos periodos de la vida y sus sinónimos; y así fue como di con estas tres palabras. Albor que habla de un comienzo, de la aurora, del alba del amanecer, del preludio donde se da el candor. Nubilidad, que habla de la juventud y de la edad en la que se contrae matrimonio. Fructificación, que habla de la edad madura y de otros conceptos que se pueden dar en ella como el florecimiento, el aprovechamiento, la producción y el rendimiento.
—ECP: En el poema ‘Erupción’ se trata la dificultad que los jóvenes tienen para mirarse al espejo. ¿Crees que las adolescentes se ven más afectadas actualmente por su físico que en el pasado?
—MEC: En términos generales, pienso que la mujer ha sufrido por su físico siempre, pero quizás, en estos tiempos puede que las adolescentes sientan más presión.
Hace cuarenta años no existían tantos medios de comunicación y redes sociales, y tampoco se había estandarizado la cirugía estética como ahora. Observo en los medios que, en ocasiones, aparecen mujeres jóvenes y maduras con imágenes imposibles para la edad que tienen, excesivamente delgadas o aparentemente jóvenes cuando no lo son. Que en los medios estos modelos de mujer aparezcan puede llevar a las jóvenes a pensar que es el único modelo de mujer posible. Pienso que determinadas estéticas físicas de mujer extremas y no realistas pueden afectar a las chicas jóvenes seriamente, tanto a nivel físico como mental.
—ECP: ¿Por qué le has dedicado un poema a la memoria de Mary Ventura (Mary Ventura y el Noveno Reino; Sylvia Plath)?
—MEC: En primer lugar, he de decir que quedé atrapada por Sylvia Plath cuando la leí en mi juventud. Primero leí La campana de cristal, luego sus diarios y sus cartas, y finalmente su poesía y relatos cortos. Uno de los relatos que más me gustan es ‘Mary Ventura y el Noveno Reino’, por la simbología que tiene vinculado con la juventud.
Es el relato de una joven a la que sus padres montan en el tren que va hacia el Noveno Reino, del cual no sabe nada, y que es el lugar al que van personas que tienen el aspecto de muertas en vida y del que nunca se vuelve. Pero, una vez en marcha, descubre el destino que le aguarda y decide escaparse del tren, lo cual estaba prohibido, pero en una de las paradas que hace el tren lo consigue, escapa de los revisores y finalmente se libera de ese destino fatal para ella.

—MEC: Hay varios referentes literarios en esta obra relacionados con mis lecturas y conectados con el poemario en general, unos son más explícitos y se ven, y otros no se ven, pero impregnan el poemario en su conjunto. El Dodo es uno de los personajes de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, el primer libro que leí cuando tenía diez años. En el capítulo de la obra de Carroll en el que aparece el Dodo propone una «carrera en comité» a Alicia y a al resto de los animales del bosque reunidos, que es una carrera en la que cada uno sale desde donde quiere y llega a donde quiere, y por tanto, es una carrera en la que todo el mundo gana. A su vez el dodo es un ave extinta, se dice que es el primer animal extinguido por obra del ser humano.
En el poemario, el dodo representa, por un lado, la obra de Carroll, que fue muy importante para mí, como también fue importante el descubrir el nonsense, ese humor absurdo y surrealista que me pareció muy liberador y relacionado con mi forma de pensar. El dodo también representa la infancia perdida y extinta, un periodo de mi vida que nunca más volverá. Y finalmente, debo decir que el dodo me representa a mí, en cuanto a que contiene todos estos significados, y es algo que digo en el poema ‘De claro en claro’, «El dodo soy yo» dice uno de sus versos.
—ECP: ¿Qué significa para ti el claro de un bosque?
—MEC: Fue tras leer a María Zambrano cuando supe que es el lugar donde se da el pensamiento poético. Un espacio al que llegué de forma intuitiva mientras escribía “El bosque (Albor nubilidad, fructificación)”, la primera parte del poemario; y que exploré conscientemente de la mano de Zambrano, cuando escribí “El claro (Diálogos con María Zambrano)”.